PERIQUÍN
Mes de publicación
Enero 1991Cedente
Agustín Cifuentes- Alejandro Tomás Ibáñez (ATOMI)
-
Os voy a contar la historia
de un tipo, que hubo en Hellín,
que, manque tenía otro nombre,
yo llamaré PERIQUÍN.Era un muchacho travieso,
astuto e inteligente,
atento y mu servicial
y con un “güen” don de gente.
Pero en lugar de emplear
sus dotes corretamente,
agudizaba su ingenio
pa engañar a mucha gente.Miembro de casa católica
era el continuo azote
del jefe de la familia,
un anciano Sacerdote
y de su hermana, que era
una mujer ya madura,
que permanecía soltera
porque adoptó la postura
de ejercer de Ama de Casa,
además de Ama de Cura,
y, manque estos dos quehaceres
la ocuparon siempre tanto,
aun solía dedicarse,
con frecuencia a vestir Santos.Con un Cura bondadoso
y una hermana tan pisadosa,
la vida en esta familia,
hubiera sio deliciosa,
a no ser por los disgustos
que, con el único fin
de que le dieran dinero,
les causaba PERIQUÍN,
quien ya al mandarlo a la escuela
se rebelaba el chiquillo,
y, en lugar de ir a aprender,
se marchaba a hacer “novillos”,
con una panda de “críos”
tan díscolos como él
y en lugar de ir al Colegio,
se dedicaba a hacer
dividíos en “pandillas”,
infinidad de diabluras,
guerrillas y raterías.Los hermanos de este “socio”,
amantes y timoratos,
con las cosas del “zagal”,
pasaban mu malos ratos,
pus, cuando querían dinero,
se solían subir de una escalera
elevá y sobre su barandilla
se colocaba de pie,
diciendo con entereza:
-¡O me dais una peseta,
o me tiro de cabeza
y me estrello contra el suelo!Los hermanos, asustaos,
lo miraban con anhelo,
y, creyéndolo capaz
de hacer lo que les decía,
acababan entregando
el dinero que pedía.
Vista la animadversión
que mostraba PERIQUÍN,
con respecto a los estudios,
su hermano, decidió, al fin,
creyéndolo más propicio,
mandarlo al taller de un sastre,
pa que aprendiera este oficio.
Era un taller afamao,
al que solían acudir,
pa que le hicieran su ropa
los “señoritos” de Hellín.
Y, al ver, que la mayoría
de clientes que allí van,
son gentes que, con sus rentas,
“puen” vivir, sin hacer “na”,
con su agudeza habitual,
el PERIQUÍN, adivina
que, al laico de aquella gente
“pue” obtener “güeñas” propinas,
y que al lograr su amistad,
a la sombra de tos ellos,
“pue” vivir sin trabajar,
mu pronto se aficionó
a vivir en el ambiente
de ocio y de diversiones
en que vivía tal gente.Y siempre que había ocasión,
en lugar de ir al taller,
en que aprendía su oficio,
solía permanecer
a “la husma” de las tertulias,
ágapes y reuniones,
que pa entretener sus ocios
tenían los “señorones”,
a los que, con complacencia
y fidelidad servil,
siempre se hallaba dispuesto
a adularlos y a servir
de alcahuetes u espiliques,
de lacayos o mandadero,
y disquia de guardaespaldas,
tuico ello, más que buscando
el poderles sonsacar
el dinero necesario
pa vivir sin trabajar,
por el placer y el orgullo
de vivir en tal ambiente,
haciéndose la ilusión
de ser persona pudiente.Mas, dávidas y “sablazos”
no le eran suficientes
pa poder seguir la via
potentosa de esa gente,
e ideó pa conseguir
lo que le era necesario,
hacer uso de su oficio,
para un “timo” estrafalario.No se si fue regalao,
o como pudo obtener,
corte de tela, pa un traje,
que se propuso vender.Con él se fue a la Estación
y se lo vendió a un Factor,
pus, la oferta era excelente,
ya que el precio era barato
y era el género excelente.Al rato de consumarse
la venta, al Comprador,
volvió PERIQUÍN a verlo
y a pedirle, por favor,
que le dejara la tela
que acababa de comprar,
pues había otro Factor,
que la quería examinar
para si era de su agrado,
comprarle otro corte igual.Así logro PERIQUÍN,
recuperar lo vendío
y llevárselo enseguia,
a quién se lo había pedío,
pero no pa que lo viera,
sino que, fingiendo que era
otro “corte” diferente,
vendió, por segunda vez,
al tela a un nuevo cliente.Y llegó a batir el record
sin salir de la Estación,
pus, realizó hasta tres veces
esa “mesma” operación.Lo que pasaría después,
no lo he podío averiguar,
creo que los compradores
se tuvieron que rifar
la tela que habían comprao
y en tocante a PERIQUÍN
ya tomó la precaución
de estar una temporá
sin pasar por la Estación.
El vivir con “señoritos”,
que fue su gran afición,
resultó que andando el tiempo,
vino a ser su perdición.Solo por haber estao
varias veces en la brecha,
cuando había que defender
a la gente de “derecha”,
por eso, cuando la Guerra
al armarse aquel jaleo,
que cogían a la gente
y les daban el paseo,
enseguida lo cazaron
y fue uno de los primeros
que, sin piedad, “pasearon”.