Floridablanca
Mes de publicación
Marzo 1992Publicado en
SoleraCedente
Agustín Cifuentes- Alejandro Tomás Ibáñez (ATOMI)
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Aunque en Hellín no hay indicios,
como sería lo lógico,
según consta en el famoso
Diccionario Etimológico
editado por el notable
biógrafo Roque Barcía,
Francisco Antonio Moñino,
Conde de Floridablanca.
Jurisconsulto. Estadista,
de gran prestigio y postín,
según dicho Diccionario,
había nacido en Hellín.
Diciendo a continuación
que tal nacimiento, viene,
allá por el año mil
setecientos veintinueve.
Otros biógrafos tienen
sobre esto, disentimiento;
dicen que es Floridablanca,
murciano de nacimiento,
y cuando Murcia lo afirma
con tanta rotundidad,
sin duda que tiene pruebas
de que tal hecho es verdad.
Para que haya dos criterios
tal vez puede suceder,
que su familia se fueran
al poco de nacer él,
de Hellín a Murcia, y allí,
fijara su residencia,
pasando Floridablanca,
su niñez y adolescencia,
en tan hermosa ciudad,
y que, hasta él mismo creyera,
que de ella era natural.
Así debió suceder
porque, el ilustre Moñino,
siempre demostró por Murcia,
un acendrado cariño,
y, de dicha inclinación
existen muchos indicios.
Pues, a Murcia la colmó,
de muy grandes beneficios,
durante el largo periodo,
en que, este hombre, tenía,
de los destinos de España,
una gran hegemonía.
En cambio, de este periodo,
no existe ningún indicio
de que a Hellín proporcionara
el más leve beneficio.
Quizá por este desprecio
tan continuo y señalado,
los antiguos hellineros
lo dejaron olvidao,
y no quisieron mentarlo
ni pa bien, ni para mal;
más, que fue Floridablanca
un talento excepcional,
fuera de Hellín u de Murcia,
no lo podemos negar.
Un estadista eminente,
de esos de los que más brillan,
tuvo el cargo de Fiscal
del Consejo de Castilla,
desempeñando después,
con gran acierto y esmero,
cargo de Primer Ministro
con el Rey Carlos Tercero.
Como Jefe del Gobierno
fue su labor fabulosa,
construyendo en toda España
obras muy beneficiosas.
Fue protector decidido
de las Ciencias y las Artes,
y durante su mandato
nacieron, por todas partes,
grandes puentes y acueductos,
e impulsó la creación
del Gran Canal de Aragón.
Organizó en toda España,
en forma muy eficaz
muy regular y eficiente,
todo el Servicio Postal.
Y también organizó,
de una forma muy perfecta,
el tratado comercial
con los de Sublime Puerta
y también logró arreglar,
los litigios que existían
entre España y Portugal.
No fue solamente en Murcia,
donde se dejó sentir,
por las obras realizadas,
su futuro devenir;
también grandes beneficios
su gran gestión ocasiona
a Madrid, Burgos, Toledo,
Zaragoza y Barcelona,
pues, también se debió a él
toda la gestión que entraña
el llegar a organizar
la Policía, en España.
Aunque con Carlos Tercero
este hombre estuvo tan alto,
perdió toda su influencia
cuando reinó Carlos Cuarto.
Las intrigas palaciegas,
las envidias y falacias,
hacen que Floridablanca,
caiga con el Rey en desgracia,
y, sin consideración
al mérito que le abona,
manda que lo lleven preso
a la Cárcel de Pamplona.
Pero de esto, salió airoso,
tras tan injusto litigio,
recobró la libertad,
viendo aumentar su prestigio,
ya que, el propio Carlos Cuarto,
lo llegó a considerar
como el gran restaurador
de todo lo Nacional.
El mil ochocientos ocho
estalló con gran violencia,
aquella gloriosa y trágica
Guerra de la Independencia,
el Conde Floridablanca
fue designao a ocupar
el cargo de Presidente
de aquella Junta Central,
que se estableció en Sevilla.
Allí se posesionó
de tan relevante cargo,
mas muy poco le duró,
pues, en aquel mismo año
de mil ochocientos ocho,
víctima de un mal extraño,
falleció Floridablanca,
en la mentada ciudad,
el día veinte de noviembre,
con ochenta años de edad.
La semblanza muy extensa
que de este hombre extraordinario
hace el tal Don Roque Barcía
en su citao Diccionario,
termina diciendo que:
“Que el pueblo de esta Nación
que no tenga ni una piedra,
puesta en conmemoración
de forma sencilla y franca,
de lo mucho que se debe
al Conde Floridablanca,
no ha sido justo, en su trato
y puede considerarse
como un pueblo muy ingrato”.
Si tan dice de los pueblos
en general, que diría
si supiera que en el pueblo
que, según su biografía
nació el tal Floridablanca,
nuca se tuvo el detalle
de levantarle una piedra
ni dedicarle una calle.
J. DE ARAGÓN