Cuando el cáliz abrí por vez primera,
con sacra unción, sobre tu Altar sagrado,
en la cárcel feliz de tu costado
el alma me dejaste prisionera.
¿Cuanto tiempo duró la primavera
floreciente de amor tan regalado?
Lo que dura la estela que ha dejado
en la espuma del mar nave velera.
No me cuentes por ello, Jesús mío,
las muchísimas veces que te he hecho
apurar la amargura del desvío.
Tenme en cuenta, Señor, que me amas tanto,
[las muchas veces que te di mi pecho!
¡las muchas veces que anegome el llanto!