AMBIENTE AL EMPEZAR EL SIGLO
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Septiembre 1987Publicado en
SoleraCedente
Agustín Cifuentes- Alejandro Tomás Ibáñez (ATOMI)
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¡Qué ambiente tan diferente,
en Hellín, se disfrutaba
en aquel lejano tiempo
en que el siglo comenzaba!
Era entonces un poblao,
de unos diez mil habitantes,
que se encontraba rodeao
de una huerta exuberante,
con sus tierras cañameras,
maizales, huertos hortícolas,
lo que le daba el carácter
eminentemente agrícola,
que, en aquel lejano tiempo,
tenía nuestra ciudad,
con ricos azafranares
y tierras de pan llevar.Don Justo, un gran arquitecto
del que os hablaré otro día,
era la comenzar el siglo,
el que estaba en la Alcaldía
y al poco fue remplazao,
si no me falla el recuerdo,
por otro gran hellinero
llamao Don Ricardo Izquierdo.En aquellos buenos tiempos,
aunque ahora no te lo expliques,
el pueblo lo gobernaban,
solamente, los caciques.
Según fuera el colorío
del Gobierno “e” la Nación,
el cacique era, en Hellín,
un Velasco o un Falcón;
y al reedor de ca uno
tos sus colaboradores,
a un lao, tos los liberales,
a otro, los conservaores.
Y tenían sus reuniones
en diferente local,
en el Casino LA PEÑA,
o El Círculo Liberal.
Y tos los anocheceres
de política se hablaba
en los diversos corrillos
que, en El Rabal, se formaban.Las muchachas de aquel tiempo
mu poco se las veía;
pus, no siendo día de fiesta,
a malas penas, salían.
Las jovencicas solteras,
no siendo las de servir,
siempre que salían de casa
acompañás habían de ir,
por familiares, amigas
o por alguna vecina;
y las de “las gentes gordas”
por su propia “carabina”,
y aun así solo salían,
no siendo a cosas concretas,
las fiestas y los domingos,
a misa o la Glorieta;
o cuando algún novenario,
en las Iglesias, se hacían,
al glorioso San Antonio
o Las Hijas de María.Entonces, los jovenzuelos,
ansiosos de contemplar
a las “guapas” que tenían
cuasi siempre secuestrás,
a tos los sitios que iban,
acudían los primeros,
siguiéndolas embobaos,
como perricos falderos.
Y, a la salida del Templo,
con el fin y la intención
de verlas pasar de cerca,
formaban un callejón
que llegaba hasta el Rabal,
pa, al pasar las muchachicas,
poderlas piropear.
O bien, los enamoraos,
cambiar frases u carticas,
cuando pasaban al lao.El vivir, en los hogares
tenía diferente apaño
en sus usos y costumbres,
según la época del año.
En el invierno, la gente
mu pronto se arrecogía;
las calles quedaban solas
apenas anochecía.
Y, como entonces no había
calefacción, que no fuera
la del hogar encendío
bajo de la chimenea,
alrededor de la cual,
las familias, reunías,
pasaban la trasnochá,
refiriendo y comentando
toas las cosas ocurrías
en el pueblo y sus contornos,
a lo largo de tó el día,
recordando viejos hechos
ocurríos en el lugar,
u sacando a relucir
asuntos pa criticar.En cambio, si era verano,
apenas caía el sol,
se regaban bien las calles
pa aminorar el calor.
Las puertas y las ventanas
se abrían, de par en par,
y en las calles, se formaban
tertulias mu animás
conversando, discutiendo
de cosas, atroche y moche,
y, a la hora de acostarse,
ya bien entraíca la noche,
se retiraba la gente
a su casa, a descansas,
cosa que, en aquellas noches
no era fácil de lograr
por el calor sofocante
que había en la habitación,
o por estar escuchando,
con inquieta desazón,
el sonío penetrante,
inquietante y puñetero
que hacían, a su alrededor,
los mosquitos trompeteros.FIN